Este espacio ha sido creado para desahogo de dos mentes críticas con los despropósitos que a diario tienen que soportar. Con nuestro humor ácido vamos a desintegrar aquello que nos molesta.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Como vuelvas a casa por navidad, te enteras!

Jarta estoy de la Navidad, y eso que no ha hecho más que empezar. Todos los años la misma retahíla. Empezamos con el alumbrado (algunos para verlos), haya o no haya dinero que lo importante es la apariencia. A esto le siguen: las comidas de trabajo, las comidas familiares, las comidas de amistad, el frío, los villancicos, las pandillas del aguinaldo (que tienen su gracia pero cantan fatal), las panderetas, las zambombas, los papa noel, los turrones y mantecados, los regalos, las lentejuelas, la cabagalta, los belenes, las estrellitas y los dichosos árboles de navidad. Esas tiras de luces apepinadas de varios colores que se encienden alternativamente y cuelgan de los sitos más insólitos, junto con esas tiras peludas, espumillones creo que se llaman. Ese niño Jesús, pelado de frío, en pañales, con toda la nieve de talco alrededor (que ya hay que tener mala leche, hacer eso con el chiquillo). Las uvas y el cava, los papelillos volando, los petardos atronadores, la espuma de nieve artificial que no hay quien la limpie luego. Ay madre, qué angustia me está entrando. Pero vamos a ver, ¿qué gracia tiene todo esto junto?

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