Este espacio ha sido creado para desahogo de dos mentes críticas con los despropósitos que a diario tienen que soportar. Con nuestro humor ácido vamos a desintegrar aquello que nos molesta.

miércoles, 27 de julio de 2011

Yo de la orilla no paso.

Aurora ¿tú no estabas de vacaciones? Sí, pero ya las he terminado porque, o termino yo con las vacaciones o las vacaciones terminan conmigo. ¿Y eso? Mira Jacinta, que yo no estoy ya para tanto trote y tanta aventura y tanta tontería; que no quiero ver un chiringuito ni en pintura, ni el mar, ni los barcos y la próxima caña de pescar que vea la parto en trozos y con el sedal hago un ovillo. Uy, uy, a tí te ha pasado algo, ¿te has enfadado con tu yerno? Anda ya mujer, por supuesto que me he enfadado, todas las mañanas y todas las tardes, pero eso es un clásico y de tanto hacerlo ya no nos afecta a ninguno de los dos; es más, creo que me estará echando de menos porque ahora no puede discutir conmigo. A lo mejor la que te echa de menos es tu hija porque lo mismo ahora discute con ella. Qué va, eso es imposible, mi hija le da la razón como a los locos y hace lo que le da la gana, tal como le enseñé, y no hay discusión ninguna entre ellos. Y digo yo, si tú le enseñaste ¿por qué no lo haces igual?. Porque yo no tengo que vivir con él, sólo lo aguanto por temporadas y hasta me resulta divertido discutir con él, y te digo yo que a él también le gusta, si no no me invitaría en vacaciones ¿no? Bueno Aurora, dime, qué te ha pasado con el chiringuito. Mira, hace dos días nos dijo mi yerno que había alquilado un yate para darnos un paseo por la tarde, después de comer; pues bien, nos vamos al chiringuito, nos pedimos unos espetos y me clavo una espina que todavía me anda molestando; además me pedí una tapita de ensaladilla que me sentó como una patada en la barriga; total que, terminados de comer nos vamos para el yate, ni te cuento la que liamos; mi yerno que dice que él sabe llevar yates, que eso está chupado, ya ves, que eso lo único que ha conducido en el agua es una colchoneta que tiene en la alberca de su campo. Qué valor Aurora. ¿Valor? valor el del tío que le dejó el yate, que se creyó todo lo que le contó de sus aventuras marítimas. Bueno, sigue, ¿qué pasó? Pues mira, pone en marcha el motor y le da a una palanca con todas sus fuerzas, con las dos manos para ser más exacta, y aquello salió como un toro cabreado, nos pegamos un culetazo que tenías que verme los cachetes, moraítos que los tengo. Ay madre, para mataros. Ni te cuento Jacinta, cuando por fin consigue controlar la velocidad, yo ya veía la costa africana; total que le da la vuelta a la barca y enfila para la playa, pero no sabíamos dónde estábamos ni para dónde había que ir; yo sujetando a mi hija que del ataque de nervios que tenía quería pegarle al marido; mis nietos de ver el panorama se liaron a llorar, yo rezando todo lo que me sabía y ese hombre... ese hombre  no hacía más que decir, ¡tranquilos que no pasa nada!. Pues menos mal que por lo menos él no estaba nervioso ¿no? Que te crees tú eso, cuando nos bajaron del barco llevaba toda la culera marrón, ese iba cagado. ¿Qué dices, que os bajaron? Pero tú ni te imaginas; a eso de las ocho de la tarde llegó la guardia marina a salvarnos. O sea que tuvo que pedir ayuda ¿no?. Que va, si él sigue pensando que lo hizo todo bien, que el fallo era del yate. ¿Entonces? Mujer, el dueño del yate dió el aviso, bueno, más concretamente lo que hizo fué denunciarnos por robo, suerte que tuvimos, que si no... ahí estábamos los cinco con la boca blanca de sed, y una insolación en lo alto que nos han tenido que atender en el ambulatorio y todo. Bueno, bueno Aurora, menuda aventura. Si tanta, tanta, que ya me he agotado para el resto del verano, y cogí mi maleta y para mi casa que es donde tengo que estar. ¿Y tu hija? Allí se han quedado los cuatro, que no sé cómo le quedan ganas. Oye Aurora, ¿seguro que tu yerno te echa de menos? a ver si esto lo ha montado para perderte de vista. Pues mira, no sé, pero de momento lo que ha perdido de vista es el horizonte porque le metí un puñetazo en el ojo en cuanto me bajé del barco que lo he dejado medio tuerto, por si acaso.

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