Tú, hamburguesas.

Jacinta estoy indignada con la historia del pepino. Vaya Aurora, es que es un problema muy muy gordo, va a ser un desastre más, lo que nos faltaba. Pues yo no pienso quedarme de brazos cruzados, llevo toda la mañana pensando qué puedo hacer y ya lo he decidido. Dime Aurora, ¿qué se te ha ocurrido? Le he escrito una retahíla a la ministra alemana, ¿te la leo, a ver qué te parece? Venga, vale, espera que me siente por si acaso. Dale. Ahí va:
Sra. Ministra alemana encargada de vigilar los alimentos,
¡deje de decir chorradas!, y más a los cuatro vientos.
El pepino español es de categoría superior
y lo va a seguir siendo por mucho que ud. alce la voz.
Sepa ud, buena señora, que con nuestro pepino
el gazpacho sabe mucho mejor,
que fresquito y con sal, refresca más que la mar,
que las ojeras nos quitamos y la piel nos remozamos
con dos trocitos nada más.
¿no ve ud, buena mujer, que nuestra salud es excelente?
porque nos cuidamos con pepinos y con aceite.
Pues sabe lo que le digo, que aquí, en España,
le vamos a seguir hincando el diente.
Y en Alemania pasado mañana, problablemente,
sus queridos ciudadanos comerán pepinos chinos,
sin garantías, redondos, cuadrados, de colores,
con sabor a flores.
Y quizás hasta nos pidan mil perdones.
Pero el daño ya está hecho, señora,
y no hablo de males menores. Ésta se la guardo ministra.
¡Que le den por donde amarga el pepino!
 y sepa ud. que desde mañana, cada día
me voy a comer cinco pepinos como soles,
¡eso sí, españoles!.

¿Qué me dices Jacinta, lo ves bien o me he pasado un poco? Aurora, eres un caso, lo veo bien, pero no sé porqué tienes siempre que meter a los chinos. Jacinta que tengo razón con eso, lo vamos a ver.